Integración Cultural de América latina y el Caribe - Sur [*][2/4]
El Sur es un hábito, una manera de ser, hablar, sentir desde luego, mirar, un ombligo largo el de Chile, ancho y plano de Argentina, pequeño círculo, bisagra, Uruguay, y ahí se cierra el Cono Sur, una Caja de Pandora del Fin del Mundo, tierras traicionadas en no pocas ocasiones, atmósfera secreta de rosas y espinas.
Andino el paisaje a su alrededor, anillo alto, nevado hacia las estrellas, la Cruz del Sur, solitaria lámpara encargada de la noche del Sur, de sus lejanías, de un tiempo documentado por los antiguos dioses mapuches. El Sur existe como tú en mi memoria, como vos que no sos olvido. Una llama nace en la orilla de los caminos, fuego es la tierra y un río la sueña al otro lado de un puente invisible.
Tanto por compartir, que el olvido borra la oferta de la naturaleza y los sueños, del desafío de Ser. Altiplano, Altiplano. Tierra de afonía, altura sin piso, doblemente la llama encendida corre y muere. Indio Sur, sin hojas, sin árbol, sin tiempo, sin voz ni voto, simulacro del paisaje arrodillado. Son peones, fichas sin tablero. Un montón gigante de imposibilidades, viven en las esquinas del tiempo, mendigos de un sol que adoraron sus antepasados.
El Sur es un hábito, una manera de ser, hablar, sentir desde luego, mirar, un ombligo largo el de Chile, ancho y plano de Argentina, pequeño círculo, bisagra, Uruguay, y ahí se cierra el Cono Sur, una Caja de Pandora del Fin del Mundo, tierras traicionadas en no pocas ocasiones, atmósfera secreta de rosas y espinas.
Andino el paisaje a su alrededor, anillo alto, nevado hacia las estrellas, la Cruz del Sur, solitaria lámpara encargada de la noche del Sur, de sus lejanías, de un tiempo documentado por los antiguos dioses mapuches. El Sur existe como tú en mi memoria, como vos que no sos olvido. Una llama nace en la orilla de los caminos, fuego es la tierra y un río la sueña al otro lado de un puente invisible.
Tanto por compartir, que el olvido borra la oferta de la naturaleza y los sueños, del desafío de Ser. Altiplano, Altiplano. Tierra de afonía, altura sin piso, doblemente la llama encendida corre y muere. Indio Sur, sin hojas, sin árbol, sin tiempo, sin voz ni voto, simulacro del paisaje arrodillado. Son peones, fichas sin tablero. Un montón gigante de imposibilidades, viven en las esquinas del tiempo, mendigos de un sol que adoraron sus antepasados.
La noche va boca abajo, baila con sus cigüeñas rotas, las cabezas ciegas, podridas de los poderes fácticos, ensangrentada la plata, humillada, el vino agrio que se detiene frente al desierto. No pises el largo tiempo de la noche, extranjero. No hay comienzo ni fin. ¿Dónde esta la punta que nace y muere? ¿Quién anduvo por el último camino? ¿Qué río murió bajo los suaves remos del viajero? ¿Qué montaña no se extiende un poco más hacia la derecha o la izquierda?
Tu pie, mi pie, el paso de los antepasados se vuela con el aroma del Canelo en la noche. No duermas que esta será noche de espadas y corazas, de una cruz vengativa. Se siente el desembarco de las bestias, su sudor en el tupido follaje, el temblor de la arena bajo los cascos de los caballos, la mueca oxidada de la muerte. El viento nació para vencer y también las huestes de Caupolicán y Lautaro.
Poetas del Sur que desayunan con la palabra frente a una ventana, gris o soleada —paisaje real—, pienso en el Conde de Lautréamont (Isidore Ducasse), que le sopló un hombro a Dios; en Pablo Neruda, dueño y señor del amor y la materia, los crepúsculos y los muelles del alba desesperados; Jorge Luis Borges, el Hacedor de sueños y esquinas porteñas con sus orillas ciegas, el ascensor suspendido en la noche insomne (Oriente y Occidente); César Vallejo, dolor humilde de la vasija humillada, de la espuma y el todavía; y la Mistral, Lucila Godoy Alcayaga, de tanta desolación, viajera que cargó con los muertos de Chile y el polvo de la ignorancia de una época despiadadamente mediocre. Un valle, sólo un valle, que los cerros encierran.
Y vamos ordenando la Casa de la Poesía Sureña, Vicente Huidobro, con un pie en la tierra y otro en las estrellas, dejó que el pájaro de la noche volara con su propia luz (los puntos cardinales son tres: Norte y Sur); Pablo de Rokha, en la infinita tragedia del ángel caído; Nicanor Parra, individuo imaginario, presente —pasado—, futuro, y Gonzalo Rojas, que no llegó primero, sino vino después y está con nosotros.
Poetas del Sur que desayunan con la palabra frente a una ventana, gris o soleada —paisaje real—, pienso en el Conde de Lautréamont (Isidore Ducasse), que le sopló un hombro a Dios; en Pablo Neruda, dueño y señor del amor y la materia, los crepúsculos y los muelles del alba desesperados; Jorge Luis Borges, el Hacedor de sueños y esquinas porteñas con sus orillas ciegas, el ascensor suspendido en la noche insomne (Oriente y Occidente); César Vallejo, dolor humilde de la vasija humillada, de la espuma y el todavía; y la Mistral, Lucila Godoy Alcayaga, de tanta desolación, viajera que cargó con los muertos de Chile y el polvo de la ignorancia de una época despiadadamente mediocre. Un valle, sólo un valle, que los cerros encierran.
Y vamos ordenando la Casa de la Poesía Sureña, Vicente Huidobro, con un pie en la tierra y otro en las estrellas, dejó que el pájaro de la noche volara con su propia luz (los puntos cardinales son tres: Norte y Sur); Pablo de Rokha, en la infinita tragedia del ángel caído; Nicanor Parra, individuo imaginario, presente —pasado—, futuro, y Gonzalo Rojas, que no llegó primero, sino vino después y está con nosotros.
Hay más poetas entre la tinta y la sangre, en el país del largo pétalo: Ángel Cruchaga, Rosamel del Valle, Humberto Díaz Casanueva, Anguita, Arteche, más atrás Carlos Pesoa Véliz, después, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Oscar Hahn, Armando Uribe, Arce, Efraín Barquero, Carlos De Rokha, Rolando Cárdenas, David Rosenmann-Taub, Gonzalo Millán, y todos los que vienen con los bolsillos rotos llenos de estrellas y sueños, la humedad invicta de la palabra cuando comienza a nacer. [*] Rolando Gabrielli - escritor poeta chileno
Si necesitas conocer más sobre Poetas del Sur visita el Blog de Rolando Gabrielli
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